Muchos recursos naturales se valoran por la oferta y la demanda, sin identificar el gran costo por ser recursos no renovables o difícilmente regenerables. Por ejemplo, la construcción demanda tierra negra dejando suelos degradados y el precio no cubre la regeneración ni compensa los efectos negativos de largo plazo. Por otro lado, utilizamos tierra de monte en las macetas que compramos en viveros y supermercados, con un grave efecto ambiental y riesgos de deslaves.